Cuando vivía en Siena mi profe de italiano nos dijo que llamarse Beatrice, Beatriz, en la Toscana era una gran responsabilidad. Este era el nombre que tenía la amada de Dante y por lo tanto esta mujer ocupa el imaginario colectivo como lo puede hacer Dulcinea del Toboso en el nuestro
(lo mismo la comparación no es buena pero creo que se entiende).
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| Hoy vamos a fijarnos en el edificio del pincho |
Caminar por Florencia es seguir los pasos de Dante y de su Beatrice, y si hablamos de la musa dantesca, tenemos que hablar de la Badia Fiorentina, una pequeña iglesia con claustro (una abadía de las de toda la vida, vaya) en Vía del Proconsolo. Cuenta la leyenda que en este templo fue donde se vieron por primera vez (más bien Dante vio a Beatrice, que la chica iba un poco a su bola) y fueron los cantos de los monjes que se oían allí los que inspiraron al escritor italiano para incluir cantos gregorianos en su Divina Comedia.
La Badia esconde entre sus muros obras como La visión de San Bernardo de Filipo Lippi, uno de mis pintores favoritos y, aunque su arquitectura tras diversas destrucciones y reconstrucciones es un poco frankenstiniana a mí me sigue atrayendo y si entráis no os arrepentiréis porque es de esos edificios que por fuera no te dicen nada pero
esconden un tesoro en su interior.
Imagen vía
CFuga
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